Números 8:19 “Y yo he dado en don los levitas a Aarón y a sus hijos de
entre los hijos de Israel, para que ejerzan el ministerio de los hijos de
Israel en el tabernáculo de reunión, y reconcilien a los hijos de Israel; para
que no haya plaga en los hijos de Israel, al acercarse los hijos de Israel al
santuario.”
El ministerio sacerdotal le
pertenece a Dios, pero Dios decidió dárselo a los levitas, por lo tanto la
mayor riqueza de un siervo de Dios no está en los bienes materiales… esas son
las añadiduras, la mayor riqueza de un siervo de Dios es servir a Jehová
mientras se está vivo.
Cuando un siervo de verdad puede entender
que esto, el servir a Dios es su prioridad, el servir a Dios es una honra y un
privilegio. Por eso es siervo,
porque sirve a Dios, el haber sido
escogido por Dios es lo mejor que le ha podido pasar.
Si le sirves a Dios ya lo tienes
todo, ¿Es poca cosa servir al Rey del Universo?, puede ser que en un momento
dado todos te abandonen, puede ser que te quedes sin nada como Job, pero puedes
decirle al enemigo yo sé que mi redentor
vive y del polvo me levantará, tu fe, tu servicio será probada. Recuerdo
que todas las veces que decidí llevar mi compromiso con Dios a otro nivel,
fueron las veces que el enemigo se levantó contra mía, pero al final Dios del
polvo me levantó y no permitió que me quede allí, aun cuando todos me dieron la
espalda… Dios siempre estuvo presente.
Cuando tu fe está fundada sobre
la roca, cuando permaneces en el llamado que Dios te ha dado, te llevas la
honra de haber servido a Dios. Dios no te pide que no tengas defecto… En Juan 15 Dios te pide que una sola cosa permanecer, permanece en tu llamado,
permanece para que al final Dios te diga: Bien,
buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en
el gozo de tu señor.
Ser un siervo de Dios es tu mayor
honra, servir a Dios es tu mayor riqueza, la casa que tienes, el auto que
tienes, el ser amado, respetado por la congregación es simplemente añadiduras,
la mayor riqueza es servir a Dios.
Josué 21:1-3 “Los jefes de los padres de los levitas vinieron al
sacerdote Eleazar, a Josué hijo de Nun y a los cabezas de los padres de las
tribus de los hijos de Israel, y les hablaron en Silo en la tierra de Canaán,
diciendo: Jehová mandó por medio de Moisés que nos fuesen dadas ciudades donde
habitar, con sus ejidos para nuestros ganados. Entonces los hijos de Israel
dieron de su propia herencia a los levitas, conforme al mandato de Jehová,
estas ciudades con sus ejidos.”
Josué 21:41-42 “Y todas las ciudades de los levitas en medio de la
posesión de los hijos de Israel, fueron cuarenta y ocho ciudades con sus
ejidos. Y estas ciudades estaban apartadas la una de la otra, cada cual con sus
ejidos alrededor de ella; así fue con todas estas ciudades.”
Los levitas tenían dos lugares
para vivir, por un lado estaban frente al tabernáculo, para cuidar la casa de
Jehová, pero también estaban entre el pueblo, para reconciliar a los hijos de
Israel, y que no haya plaga en ellos al acercarse al santuario. Por un lado
estaban cerca del tabernáculo para cuidar de las cosas de Dios y estaban entre
el pueblo para ministrar al pueblo, por eso ellos fueron esparcidos por toda la
tierra prometida y ocuparon un lugar en medio de las once tribus, para estar
cerca del pueblo.
Esas son las áreas de nuestro
servicio, por un lado debemos estar cerca de Dios, presentarnos delante de Él
todos los días, debemos estar cerca de nuestro Señor… necesitamos tener intimidad
con nuestro Dios, necesitamos tener un encuentro a diario con Él, pero por otro
lado también estamos en medio del pueblo, para servir, para enseñar, para
exhortar, para corregir para instruir en la palabra.
Al estar en medio del pueblo,
debemos ser como una lámpara para ellos, al ser levantados por Dios estamos
siendo expuestos a las miradas por lo tanto necesitamos tener un buen
testimonio de vida, aún más como siervos debemos ser ejemplo de buenos
trabajadores, de buenos estudiantes, buenos hijos, buenos esposos, buenos
padres, cuando eres un buen ejemplo, es más fácil que las personas se acerquen
a pedirte un consejo, una palabra de aliento.
Como hombres es una cosa, pero
como ministros de Dios es otra muy diferente; puede ser que seamos padres, hijos,
esposos, abuelos, puede ser que tengamos amigos, seamos colegas, puede ser que
encuentres muchos defectos en cada siervo. Pero el hecho que seamos sacerdotes
del Dios altísimo cambia totalmente el asunto. Porque llevamos una investidura
que no nos pertenece, un llamamiento que no es nuestro, ministramos cosas
santas, llevamos una confianza que no merecemos. No podemos permitir que se
ensucie la vestidura sacerdotal que llevamos puesta, porque esa vestidura no
nos pertenece, esa vestidura le pertenece a Dios.
1 Reyes 18:30 “Entonces dijo Elías a todo el pueblo: Acercaos a mí. Y
todo el pueblo se le acercó…”
Nosotros como siervos necesitamos
estar cerca del pueblo no solamente físicamente, necesitamos ser parte del
pueblo para poder sentir el sufrimiento, la necesidad, y padecer juntos si es
necesario, necesitamos sentirnos parte del pueblo, porque somos representantes
del pueblo. De esta manera si el pueblo peca no diremos: “Ellos pecaron…” sino
que diremos como dijo Nehemías hemos
pecado, y no solo reconoció su pecado sino que también reconoció el pecado
de sus antepasados. Como siervos le pertenecemos a Dios pero debemos sentirnos
parte del pueblo.
Juan 17:16 “No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.”
El ser ministros de Dios hace que
nosotros ya no pertenezcamos a este mundo, vivimos en este mundo, nosotros pertenecemos a Dios, por eso
nuestros pensamientos deben estar claros… ¿qué deseas: la tierra o un lugar en
la morada celestial con Dios? ¿Qué anhelas más: prosperidad material o prosperidad
del alma? ¿Qué ambicionas más: autos, casas, dinero en tu billetera o a Dios
que es dueño del oro y de la plata?
Cuando entendemos que le
pertenecemos enteramente a Dios, podemos comprender a Pablo y su devoción al
ministerio 1 Corintios 9:15 “…porque
prefiero morir, antes que nadie desvanezca esta mi gloria. Pues si anuncio el
evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ¡ay
de mí si no anunciare el evangelio!”. Para Pablo era una necesidad anunciar
el evangelio, para Pablo era una necesidad
ejercer el ministerio para el cual fue llamado.
Cuando entiendes que le
perteneces a Dios hay una necesidad en tu cuerpo, en tus huesos para ejercer el
llamado de Dios, no puedes quedarte quieto, sabes que vives en este mundo pero
ya no le perteneces a este mundo… ahora le perteneces a Dios; y dejas que Dios
vea tus asuntos en este mundo mientras tú ves los asuntos de Dios en este
mundo. Mira lo que dijo Pablo en otra ocasión.
Filipenses 3:7-9 “Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he
estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las
cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi
Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar
a Cristo, y ser hallado en él…”
Tal vez… antes atesorábamos las
cosas materiales, antes atesorábamos y aspirábamos las cosas del mundo, pero
ahora que Dios se ha revelado a nuestra vida, esas cosas materiales solo nos
ata a este mundo y es mejor perderlas por amor a Cristo. Muchas veces en
nuestro corazón está el dilema… las cosas materiales o Dios, el compromiso
social o el servicio Dios, eso se convierte en un dilema cuando no tienes claro
tu llamado.
A los siervos Dios va a pedirnos
lo que más estimamos, no sé qué es aquello
en tu vida, pero en el caso de Abraham le pidió a su hijo Isaac, Abraham estuvo
dispuesto a entregarlo, no le negó su hijo a Dios a pesar de que era lo que más
amaba en la vida, estuvo dispuesto a sacrificarlo. Cuando salió a luz el
corazón de Abraham, Dios cumplió su promesa y lo convirtió en padre de
naciones. Puedes tú hacer lo mismo, puedes tu entregar lo que más quieres a
Dios, tal vez Dios está pidiendo tu descanso, tu tiempo, tu profesión, tus
sueños, tus aspiraciones.
Números 16:10 “y que te hizo acercar a ti, y a todos tus hermanos los
hijos de Leví contigo? ¿Procuráis también el sacerdocio?”
En Números 16: 1-14, Coré, Datán y Abirám se levantaron contra Moisés
acusándolo de enseñorearse del pueblo y de monopolizar el liderazgo levítico,
según ellos, toda la congregación era santa y Dios estaba en medio de ellos;
con esto quisieron decir que todos eran iguales y que Moisés y Aarón se estaban
levantando sobre la congregación. Pero Dios le reveló a Moisés las verdaderas
intenciones de estos hombres, estos hombres tenían la ambición de ser
sacerdotes.
Todos los sacerdotes eran
levitas, pero no todos los levitas eran sacerdotes. Los levitas servían en el
tabernáculo, aunque no ministraban en el culto a Jehová. Pero Moisés les hizo
ver que ningún servicio hecho en el ministerio es insignificante. En el
ministerio de Dios no hay posiciones, lo que hay son grados de honra.
Cada ministerio es importante en
el culto, cada ministerio tiene su función y dentro de las funciones del
ministerio cada lugar es importante, es tan importante que sirvas dentro del
templo, a que sirvas recibiendo a los hermanos en el parqueo, o estés en las
gradas controlando que no corran o suban a las oficinas, lo importante es que
estás sirviendo a Dios, lo importante es que Dios está mirando el corazón con
el cual estás sirviendo. La honra está
en servir a Dios no importa el lugar donde estemos sirviendo.
Mateo 20:26 “Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera
hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor”
La grandeza del servicio no está
en lo que haces, en el ministerio que sirves, la grandeza no está en si eres
líder de turno, si eres colaborador o si eres líder de ministerio, la grandeza
del ministerio está en el corazón con el que sirves.
1 Corintios 3:8 “Los diáconos asimismo deben ser honestos, sin doblez,
no dados a mucho vino, no codiciosos de ganancias deshonestas; que guarden el
misterio de la fe con limpia conciencia. Y éstos también sean sometidos a
prueba primero, y entonces ejerzan el diaconado, si son irreprensibles. Las
mujeres asimismo sean honestas, no calumniadoras, sino sobrias, fieles en todo.
Los diáconos sean maridos de una sola mujer, y que gobiernen bien sus hijos y
sus casas. Porque los que ejerzan bien el diaconado, ganan para sí un grado
honroso, y mucha confianza en la fe que es en Cristo Jesús.”
Pablo nos enseña que se alcanza
la honra cuando vivimos y servimos de manera digna a Dios, por eso cada vez que
sirves y piensas que estás en un lugar de poco honra o privilegio recuerda las
palabras de Dios Números 16:9 “¿Os es
poco que el Dios de Israel os haya apartado de la congregación de Israel,
acercándoos a él para que ministréis en el servicio del tabernáculo de Jehová,
y estéis delante de la congregación para ministrarles”.
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