sábado, 8 de julio de 2017

El sacerdocio

Números 8:19 “Y yo he dado en don los levitas a Aarón y a sus hijos de entre los hijos de Israel, para que ejerzan el ministerio de los hijos de Israel en el tabernáculo de reunión, y reconcilien a los hijos de Israel; para que no haya plaga en los hijos de Israel, al acercarse los hijos de Israel al santuario.”

El ministerio sacerdotal le pertenece a Dios, pero Dios decidió dárselo a los levitas, por lo tanto la mayor riqueza de un siervo de Dios no está en los bienes materiales… esas son las añadiduras, la mayor riqueza de un siervo de Dios es servir a Jehová mientras se está vivo.

Cuando un siervo de verdad puede entender que esto, el servir a Dios es su prioridad, el servir a Dios es una honra y un privilegio. Por eso es siervo, porque sirve a Dios, el haber sido escogido por Dios es lo mejor que le ha podido pasar.

Si le sirves a Dios ya lo tienes todo, ¿Es poca cosa servir al Rey del Universo?, puede ser que en un momento dado todos te abandonen, puede ser que te quedes sin nada como Job, pero puedes decirle al enemigo yo sé que mi redentor vive y del polvo me levantará, tu fe, tu servicio será probada. Recuerdo que todas las veces que decidí llevar mi compromiso con Dios a otro nivel, fueron las veces que el enemigo se levantó contra mía, pero al final Dios del polvo me levantó y no permitió que me quede allí, aun cuando todos me dieron la espalda… Dios siempre estuvo presente.

Cuando tu fe está fundada sobre la roca, cuando permaneces en el llamado que Dios te ha dado, te llevas la honra de haber servido a Dios. Dios no te pide que no tengas defecto… En Juan 15 Dios te pide que una sola cosa permanecer, permanece en tu llamado, permanece para que al final Dios te diga: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.

Ser un siervo de Dios es tu mayor honra, servir a Dios es tu mayor riqueza, la casa que tienes, el auto que tienes, el ser amado, respetado por la congregación es simplemente añadiduras, la mayor riqueza es servir a Dios.

Josué 21:1-3 “Los jefes de los padres de los levitas vinieron al sacerdote Eleazar, a Josué hijo de Nun y a los cabezas de los padres de las tribus de los hijos de Israel, y les hablaron en Silo en la tierra de Canaán, diciendo: Jehová mandó por medio de Moisés que nos fuesen dadas ciudades donde habitar, con sus ejidos para nuestros ganados. Entonces los hijos de Israel dieron de su propia herencia a los levitas, conforme al mandato de Jehová, estas ciudades con sus ejidos.”

Josué 21:41-42 “Y todas las ciudades de los levitas en medio de la posesión de los hijos de Israel, fueron cuarenta y ocho ciudades con sus ejidos. Y estas ciudades estaban apartadas la una de la otra, cada cual con sus ejidos alrededor de ella; así fue con todas estas ciudades.”

Los levitas tenían dos lugares para vivir, por un lado estaban frente al tabernáculo, para cuidar la casa de Jehová, pero también estaban entre el pueblo, para reconciliar a los hijos de Israel, y que no haya plaga en ellos al acercarse al santuario. Por un lado estaban cerca del tabernáculo para cuidar de las cosas de Dios y estaban entre el pueblo para ministrar al pueblo, por eso ellos fueron esparcidos por toda la tierra prometida y ocuparon un lugar en medio de las once tribus, para estar cerca del pueblo.

Esas son las áreas de nuestro servicio, por un lado debemos estar cerca de Dios, presentarnos delante de Él todos los días, debemos estar cerca de nuestro Señor… necesitamos tener intimidad con nuestro Dios, necesitamos tener un encuentro a diario con Él, pero por otro lado también estamos en medio del pueblo, para servir, para enseñar, para exhortar, para corregir para instruir en la palabra.

Al estar en medio del pueblo, debemos ser como una lámpara para ellos, al ser levantados por Dios estamos siendo expuestos a las miradas por lo tanto necesitamos tener un buen testimonio de vida, aún más como siervos debemos ser ejemplo de buenos trabajadores, de buenos estudiantes, buenos hijos, buenos esposos, buenos padres, cuando eres un buen ejemplo, es más fácil que las personas se acerquen a pedirte un consejo, una palabra de aliento.

Como hombres es una cosa, pero como ministros de Dios es otra muy diferente; puede ser que seamos padres, hijos, esposos, abuelos, puede ser que tengamos amigos, seamos colegas, puede ser que encuentres muchos defectos en cada siervo. Pero el hecho que seamos sacerdotes del Dios altísimo cambia totalmente el asunto. Porque llevamos una investidura que no nos pertenece, un llamamiento que no es nuestro, ministramos cosas santas, llevamos una confianza que no merecemos. No podemos permitir que se ensucie la vestidura sacerdotal que llevamos puesta, porque esa vestidura no nos pertenece, esa vestidura le pertenece a Dios.

1 Reyes 18:30 “Entonces dijo Elías a todo el pueblo: Acercaos a mí. Y todo el pueblo se le acercó…”

Nosotros como siervos necesitamos estar cerca del pueblo no solamente físicamente, necesitamos ser parte del pueblo para poder sentir el sufrimiento, la necesidad, y padecer juntos si es necesario, necesitamos sentirnos parte del pueblo, porque somos representantes del pueblo. De esta manera si el pueblo peca no diremos: “Ellos pecaron…” sino que diremos como dijo Nehemías hemos pecado, y no solo reconoció su pecado sino que también reconoció el pecado de sus antepasados. Como siervos le pertenecemos a Dios pero debemos sentirnos parte del pueblo.

Juan 17:16 “No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.”

El ser ministros de Dios hace que nosotros ya no pertenezcamos a este mundo, vivimos en este mundo,  nosotros pertenecemos a Dios, por eso nuestros pensamientos deben estar claros… ¿qué deseas: la tierra o un lugar en la morada celestial con Dios? ¿Qué anhelas más: prosperidad material o prosperidad del alma? ¿Qué ambicionas más: autos, casas, dinero en tu billetera o a Dios que es dueño del oro y de la plata?

Cuando entendemos que le pertenecemos enteramente a Dios, podemos comprender a Pablo y su devoción al ministerio 1 Corintios 9:15 “…porque prefiero morir, antes que nadie desvanezca esta mi gloria. Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio!”. Para Pablo era una necesidad anunciar el evangelio, para Pablo era una necesidad ejercer el ministerio para el cual fue llamado.

Cuando entiendes que le perteneces a Dios hay una necesidad en tu cuerpo, en tus huesos para ejercer el llamado de Dios, no puedes quedarte quieto, sabes que vives en este mundo pero ya no le perteneces a este mundo… ahora le perteneces a Dios; y dejas que Dios vea tus asuntos en este mundo mientras tú ves los asuntos de Dios en este mundo. Mira lo que dijo Pablo en otra ocasión.

Filipenses 3:7-9 “Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él…”

Tal vez… antes atesorábamos las cosas materiales, antes atesorábamos y aspirábamos las cosas del mundo, pero ahora que Dios se ha revelado a nuestra vida, esas cosas materiales solo nos ata a este mundo y es mejor perderlas por amor a Cristo. Muchas veces en nuestro corazón está el dilema… las cosas materiales o Dios, el compromiso social o el servicio Dios, eso se convierte en un dilema cuando no tienes claro tu llamado.

A los siervos Dios va a pedirnos lo que más estimamos, no sé qué  es aquello en tu vida, pero en el caso de Abraham le pidió a su hijo Isaac, Abraham estuvo dispuesto a entregarlo, no le negó su hijo a Dios a pesar de que era lo que más amaba en la vida, estuvo dispuesto a sacrificarlo. Cuando salió a luz el corazón de Abraham, Dios cumplió su promesa y lo convirtió en padre de naciones. Puedes tú hacer lo mismo, puedes tu entregar lo que más quieres a Dios, tal vez Dios está pidiendo tu descanso, tu tiempo, tu profesión, tus sueños, tus aspiraciones.

Números 16:10 “y que te hizo acercar a ti, y a todos tus hermanos los hijos de Leví contigo? ¿Procuráis también el sacerdocio?”

En Números 16: 1-14, Coré, Datán y Abirám se levantaron contra Moisés acusándolo de enseñorearse del pueblo y de monopolizar el liderazgo levítico, según ellos, toda la congregación era santa y Dios estaba en medio de ellos; con esto quisieron decir que todos eran iguales y que Moisés y Aarón se estaban levantando sobre la congregación. Pero Dios le reveló a Moisés las verdaderas intenciones de estos hombres, estos hombres tenían la ambición de ser sacerdotes.

Todos los sacerdotes eran levitas, pero no todos los levitas eran sacerdotes. Los levitas servían en el tabernáculo, aunque no ministraban en el culto a Jehová. Pero Moisés les hizo ver que ningún servicio hecho en el ministerio es insignificante. En el ministerio de Dios no hay posiciones, lo que hay son grados de honra.
Cada ministerio es importante en el culto, cada ministerio tiene su función y dentro de las funciones del ministerio cada lugar es importante, es tan importante que sirvas dentro del templo, a que sirvas recibiendo a los hermanos en el parqueo, o estés en las gradas controlando que no corran o suban a las oficinas, lo importante es que estás sirviendo a Dios, lo importante es que Dios está mirando el corazón con el cual estás sirviendo. La honra está en servir a Dios no importa el lugar donde estemos sirviendo.

Mateo 20:26 “Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor”

La grandeza del servicio no está en lo que haces, en el ministerio que sirves, la grandeza no está en si eres líder de turno, si eres colaborador o si eres líder de ministerio, la grandeza del ministerio está en el corazón con el que sirves.

1 Corintios 3:8 “Los diáconos asimismo deben ser honestos, sin doblez, no dados a mucho vino, no codiciosos de ganancias deshonestas; que guarden el misterio de la fe con limpia conciencia. Y éstos también sean sometidos a prueba primero, y entonces ejerzan el diaconado, si son irreprensibles. Las mujeres asimismo sean honestas, no calumniadoras, sino sobrias, fieles en todo. Los diáconos sean maridos de una sola mujer, y que gobiernen bien sus hijos y sus casas. Porque los que ejerzan bien el diaconado, ganan para sí un grado honroso, y mucha confianza en la fe que es en Cristo Jesús.”


Pablo nos enseña que se alcanza la honra cuando vivimos y servimos de manera digna a Dios, por eso cada vez que sirves y piensas que estás en un lugar de poco honra o privilegio recuerda las palabras de Dios Números 16:9 “¿Os es poco que el Dios de Israel os haya apartado de la congregación de Israel, acercándoos a él para que ministréis en el servicio del tabernáculo de Jehová, y estéis delante de la congregación para ministrarles”.

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