1 Samuel 16:1 “Dijo Jehová a Samuel: ¿Hasta cuándo llorarás a Saúl, habiéndolo yo desechado para que no reine sobre Israel? Llena tu cuerno de aceite, y ven, te enviaré a Isaí de Belén, porque de sus hijos me he provisto de rey.”
A veces como humanos somos sentimentales, nos
aferramos a las personas, queremos seguir a ciertas personas a pesar de ser
desechadas por Dios, aún Samuel un profeta tan grande y usado por Dios, se
lamentaba por Saúl, a quien Dios le había dado tantas oportunidades, pero cada
vez Saúl fallaba.
Ese sentimentalismo en el profeta Samuel hizo
que Dios lo reprenda y le diga que olvide a Saúl, que Dios ya se había provisto
de un rey para Israel, algo muy similar le había pasado a él mismo, ya que Elí
fue desechado por Dios, mientras Dios levantaba al mismo Samuel.
En realidad, ninguno de nosotros es digno de
servir al Señor, le servimos sólo por su gracia y misericordia, somos humanos
llenos de errores y fallas, pero lo importante es que en el proceso seamos
enseñables y con deseos de rendir esas áreas a nuestro Señor. Eso había en
David, pero faltaba en Saúl.
Sabiendo y conociendo nuestras fallas, no
podemos quedarnos tranquilos, necesitamos limpiar nuestro corazón, necesitamos
buscar más de Dios, rendir nuestras vidas, llevar nuestros pensamientos a los
pies de Jesús, en otras palabras, la vieja naturaleza necesita morir, todo el
tiempo, ¿hasta cuándo?, hasta que Dios haya tomado el control de todo nuestro
ser.
Este tiempo en el cual servimos a Dios con
nuestras imperfecciones, es un tiempo de gracias que Dios nos concede, es un
tiempo donde el Espíritu va a ir mostrando cada área que necesita ser cambiada,
renovada, transformada.
El problema surge cuando no existe ese deseo de
santificación, cuando somos permisivos con el pecado, el tiempo de la gracia se
acaba, y es ahí cuando Dios desecha a los siervos, todo porque el siervo entró
en la pasividad y se conformó con vivir con el pecado.
1 Samuel 16:2 “Y dijo
Samuel: ¿Cómo iré? Si Saúl lo supiera, me mataría. Jehová respondió: Toma contigo
una becerra de la vacada, y di: A ofrecer sacrificio a Jehová he venido.”
La persona que no está con Dios, es una persona
celosa, egoísta, no quiere que otro ciervo crezca, se molesta cuando otro es
usado por Dios, el que quiere ser el único siervo, el más importante, el que
tiene el control de todo.
Cuando ve que otro es usado por Dios, empieza a
hablar en contra del siervo que está siendo levantado, se vuelve en piedra de
tropiezo para el siervo que está creciendo, murmura y solamente ve los errores
y las fallas.
Por el contrario, cuando una persona ama Dios, se
goza cuando un siervo es levantado, cuando es usado con poder, porque sabe el
que reino de Dios se está extendiendo, sabe que el reino de Dios necesita
crecer y que uno sólo no puede hacerlo todo, que se necesita un equipo para
avanzar y más bien lo que hace es complementar el trabajo, busca colaborar y
ayudar.
Cuando se es líder y se encuentra con siervos
que tienen un corazón predispuesto, se los ayuda a desarrollar el potencial que
tienen, empoderarlo, para que la obra siga creciendo. Ese fue el problema de
Josué, este hombre fue un buen líder, pero no supo o no pudo encontrar un
discípulo para que lo sustituya y siga su trabajo.
Algo que me llamó mucho la atención es que al
final del verso 2 habla de sacrificio, el servicio, se trata justamente de
sacrificio, porque sacrificamos el tiempo, el descanso, dejamos de lado nuestra
agenda y tomamos la agenda de Dios, en la antigüedad podemos ver como los
siervos subían al monte para buscar de Dios, se imagina Moisés subiendo al
monte Sinaí en ese calor, sin camino, lleno de piedras y malezas, no una sino
tres veces (cuando Dios le habló por primera vez y cuando Dios le entregó las
tablas de la ley), o a Abraham caminando tres días sabiendo que tenía que
sacrificar a ese hijo que tanto amaba, y cargando sobre sus hombros la leña
para el sacrificio, y también subir el monte con los mismos obstáculos que
Moisés, ahora muchas veces no estamos dispuestos a sacrificar nuestra comodidad
para servir a Dios, queremos que las cosas sean fáciles, no tomamos en cuenta
que tiene que existir un sacrificio.
Por último, el sacrificio mayor es que
necesitamos sacrificar esa vieja naturaleza todos los días para servir a
nuestros Dios.
1 Samuel 16:3-7 “Y
llama a Isaí al sacrificio, y yo te enseñaré lo que has de hacer; y me ungirás
al que yo te dijere. Hizo, pues, Samuel como le dijo Jehová; y luego que él
llegó a Belén, los ancianos de la ciudad salieron a recibirle con miedo, y
dijeron: ¿Es pacífica tu venida? Él respondió: Sí, vengo a ofrecer sacrificio a
Jehová; santificaos, y venid conmigo al sacrificio. Y santificando él a Isaí y
a sus hijos, los llamó al sacrificio. Y aconteció que cuando ellos vinieron, él
vio a Eliab, y dijo: De cierto delante de Jehová está su ungido. Y Jehová
respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura,
porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el
hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón.”
Algo que me llama mucho la atención es que
Samuel a pesar de que era un gran profeta, que escuchaba la voz de Dios, que
era obediente, en un momento determinado se dejó llevar por lo que sus ojos
veían, y eso hizo que se equivocara.
Esto nos muestra que, a pesar de lo ungido, de
lo consagrado que podamos ser, podemos llegar a equivocarnos, eso quiere decir
que debes permitir equivocarte y en caso de equivocarte al tomar una decisión,
no te de debes condenar, simplemente dejar aceptar tu error y continuar.
Pero la equivocación surge cuando te dejas
llevar por tus pensamientos, emociones, por los que tus ojos puedan ver, por la
amistad, por los regalos que te puedan dar, ni si quiera porque es un familiar,
cuando se trata de las cosas de Dios lo único que importa es que tengas un
corazón predispuesto a hacer la voluntad de Dios.
De manera particular me siento satisfecho
porque a lo largo de estos años de ministerio, de los hermanos que he propuesto
para ser separados como pastores, solamente dos ya no están con nosotros, uno
por motivos de enfermedad y otro por motivos de fuerza mayor, porque procurado
buscar la voluntad de Dios y no la mía. Si el día de mañana quieres ser
separado como pastor, ¡entrega tu vida a Dios!
¿Esto quiere decir que no nos vamos a equivocar?
Definitivamente nos vamos a equivocar, porque somos seres humanos, porque no
somos perfectos, pero también debemos ser lo más sensible posible a la voz del
Espíritu Santo, para que sea el Espíritu corrigiéndonos, guiándonos,
ministrándonos.
1 Samuel 16:8-11
“Entonces llamó Isaí a Abinadab, y lo hizo pasar delante de Samuel, el cual
dijo: Tampoco a éste ha escogido Jehová. Hizo luego pasar Isaí a Sama. Y él
dijo: Tampoco a éste ha elegido Jehová. E hizo pasar Isaí siete hijos suyos
delante de Samuel; pero Samuel dijo a Isaí: Jehová no ha elegido a éstos.
Entonces dijo Samuel a Isaí: ¿Son éstos todos tus hijos? Y él respondió: Queda
aún el menor, que apacienta las ovejas. Y dijo Samuel a Isaí: Envía por él,
porque no nos sentaremos a la mesa hasta que él venga aquí.”
Es impresionante el poco aprecio que tenía Isaí
hacia su hijo menor… David, a David lo tenían relegado a hacer tareas menores,
tareas sin importancias, para el padre de David era tan insignificante, que no
lo tomaba en cuenta o se olvidaba de él, no lo sé; pero sí sé, que: aunque tu
padre o tu madre se olvide de ti, Dios jamás se olvida de ti, eres tan
importante para Dios que tiene contado incluso hasta los cabellos que tienes.
Eres tan importante para Dios que te conoció y te
amó antes de la fundación del mundo (Efesios 1:4-6), estando en el vientre de
tu madre te conoció y te dio un propósito de vida (Jeremías 1:5), murió en la
cruz del calvario para redimirte de la muerte, reconciliarte con el Padre y
darte vida eterna, para Dios eres tan importante que te esperó durante muchos
años para que le abrieras la puerta de tu corazón y todos los días te espera
para tener una cita contigo.
Algo que me llama la atención es que David no
se quejó el cuidar las ovejas, David fue obediente y aceptó la tarea
encomendada y no solamente que la aceptó, sino que trató de hacerlo de la mejor
manera posible, incluso llegando a arriesgar su vida para proteger las ovejas
enfrentándose a un oso y un león; esto me lleva a la conclusión que necesitamos
ese mismo espíritu, un espíritu obediente y hacer las cosas como para Dios.
Ser obedientes, hacer las cosas como para Dios,
sin necesidad de estar quejándonos, necesitamos hacer un cambio donde estemos,
no importa si estamos trabajando o estamos sirviendo, el cambio necesita
notarse, porque no hacemos las cosas al ojo del hombre, hacemos las cosas como
para Dios, esto es algo que debemos repetirnos de manera constante porque
podemos perder el foco.
Cuando hacemos las cosas con excelencia, la
promesa está ahí, en lo poco fuiste fiel en lo mucho te pondré (Mateo 25:21),
ese tiempo cuando servimos donde somos invisibles, donde nadie nos ve, es el
tiempo en el cual Dios está trabajando en nuestras vidas y nos está preparando
para llevarnos a lugares de honra, lo hizo con Moisés en el desierto, con José
siendo esclavo y estando en la cárcel, lo hizo con David cuidando las ovejas, ¡lo
puede hacer contigo!
No importa lo escondido que estés, Dios siempre te está mirando, está mirando la manera como lo sirves, la actitud con la que estas sirviendo, el corazón y el amor es tan importante para Dios, el no va a mirar tu porte, ni tu estatura, mucho menos tu color de piel o tu status social. a Dios le interesa que hagas lo que Él quiere que hagas.
!Dios nunca se olvida de ti!