sábado, 29 de mayo de 2021

En mis fuerzas

 Tenía aproximadamente 24 años cuando comencé a conocer a Dios, en ese momento se despertó en mi corazón el deseo ardiente de servirlo, elegí el ministerio de diáconos porque estaba de acuerdo con los dones que Dios me había dado, de esta manera empecé a asistir a los discipulados, cuando llegó el momento de servirle, elegí el horario que nadie quería, ese horario era el 06:00 a 08:00.


En ese momento pensé en todo lo que había hecho Jesucristo por nosotros, dejar su condición de Dios y se volvió hombre (Filipenses 2:6), con las mismas limitaciones, sintiendo hambre (Marcos 11:12), tuvo sed (Juan 19:28), conoció lo que es tener miedo (Lucas 22:41-43), fue golpeado, insultado, escupido, azotado, crucificado, y una lanza traspasó su costado. Si él fue capaz de entregar su vida por nosotros, me dije ¿por qué no puedo sacrificar un poco de mi sueño por él?


Así que me levantaba todas las mañanas a las 4 de la mañana para estar a las 5 en el templo, barrer, limpiar las bancas porque el techo era de jatata (especie de palmera), recuerdo que renegábamos contra los del ministerio de alabanza, decíamos: ¿Qué falta de reverencia, no tienen temor de ensuciar la casa de Dios? Porque encontrábamos el púlpito lleno de botellas.


De manera personal creía que lo estaba haciendo bien, de hecho, me consideraba un buen siervo, pero el problema es que no dejaba que Dios entre a las otras áreas de mi vida, por ejemplo en mi casa era el mismo hombre, no había cambiado, por supuesto que con el tiempo entendí que no bastaba servir a Dios, necesitaba que Dios tome el control de cada área de mi vida para poder servirle y ser un siervo que no tiene de que avergonzarse.


¿Cuál era el problema? Estaba sirviendo a Dios en mis propias fuerzas, no permitía que el Espíritu Santo tome el control de mi vida, muchas veces servía a Dios sin orar, sin leer, sin adorar, sin buscarlo. ¡He ahí el problema!


Entonces la pregunta viene

  • ¿Sirves a Dios sin orar?
  •  ¿Sirves a Dios sin leer la Biblia?
  • ¿Sirves a Dios sin adorarlo?
  • ¿Sirves a Dios sin buscar tener intimidad con Él?

En caso de haber respondido “si” a alguna de esas preguntas estas sirviendo a Dios en tus propias fuerzas, recordemos que el ministerio es un trabajo espiritual que realizamos con los dones que Dios nos ha proporcionado, de esta manera le estamos dando libertad al Espíritu Santo para que actúe por medio de nosotros.


Puesto que no podemos entregar nada que no hubiésemos recibido primero, es necesario tener una relación íntima con Dios para que recibamos de parte de Dios y de lo recibido entregar a los hermanos.


Me gustaría contarte dos historias de hombres que intentaron servir a Dios en sus propias fuerzas.


Dios le había profetizado a Abraham que sus descendientes estarían cautivos por 400 años (Génesis 15:13), ese tiempo estaba por cumplirse (Éxodo 12:40, recordemos que Moisés estuvo 40 años en el desierto, y que vivió 40 años en Egipto), así que los hebreos estaban esperando el nacimiento de su salvador por así decirlo.


Moisés fue adoptado por la hija del Faraón (Éxodo 2:10), eso lo convertía en alguien de la realeza, y por supuesto que recibió la mejor educación de la época, con seguridad tenía conocimiento militar, puesto que los líderes de ese entonces se caracterizaban por dirigir sus ejércitos en las batallas, además, también podemos suponer que contaba con prestigio, relaciones e influencia dentro de Egipto.


Éxodo 2:11 “En aquellos días sucedió que crecido ya Moisés, salió a sus hermanos, y los vio en sus duras tareas, y observó a un egipcio que golpeaba a uno de los hebreos, sus hermanos.”


A pesar de vivir en el palacio, y de estar rodeado de gente importante de Egipto, Moisés sabía que era hebreo, ¿quién en su sano juicio sabiendo que tiene la capacidad de liberar a su familia no lo haría?, personalmente creo que la intención de Moisés al conocer sus capacidades y su alcance tenía planeado liberar al pueblo hebreo, lo más probable una rebelión que causaría muchos muertos.


Con certeza Moisés sabía que una rebelión armada podía conseguir la liberación del pueblo hebreo, porque los hebreros eran más numerosos y fuertes que los egipcios (Éxodo 1:9), sólo les faltaba una cosa… un líder, desde un punto de vista humano líder ideal era Moisés, tenía todas las cualidades necesarias para llevar adelante esa misión, pero desde el punto de vista de Dios, no tenía las cualidades necesarias, en caso de que Moisés hubiese conseguido liberar al pueblo hebreo con sus capacidades humanas, la gloria se la hubiese llevado Moisés, además de que iba a correr mucha sangre; se necesitaba una intervención divina para que la gloria se la lleve Dios.


Es así que el faraón se llega a enterar de que Moisés había matado un egipcio, se enfada tanto que pretende matarlo, pero Moisés escapa al desierto. En el desierto Dios trata con Moisés durante 40 años, para que entendamos hasta que punto Dios trató con la vida de Moisés, leamos:


Génesis 46:33-34 “Y cuando Faraón os llamare y dijere: ¿Cuál es vuestro oficio? entonces diréis: Hombres de ganadería han sido tus siervos desde nuestra juventud hasta ahora, nosotros y nuestros padres; a fin de que moréis en la tierra de Gosén, porque para los egipcios es abominación todo pastor de ovejas.”


Ahora leamos


Éxodo 3:1 “Apacentando Moisés las ovejas de Jetro su suegro, sacerdote de Madián, llevó las ovejas a través del desierto, y llegó hasta Horeb, monte de Dios.”


Por si no lo entendiste, Moisés fue criado con una mentalidad de egipcio, para él lo peor era ser pastor de ovejas, podía ser cualquier cosa, pero ser pastor de ovejas, ¡jamás! Dios lo llevo a ser un pastor de ovejas y lo peor de todo es que ni siquiera eran sus ovejas, eran las ovejas de su suegro.


Dios trabajo tanto en Moisés que el hombre que asesinó al egipcio no se parece en nada al Moisés que dijo:


Éxodo 3:11 “Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?”


Ya no vemos a un Moisés prepotente, confiado y seguro; por el contrario, vemos a un Moisés humilde que reconoce que no puede hacer en sus propias fuerzas el trabajo que Dios le está encomendando.


Después de que Dios trató con la vida de Moisés, lo llevo a ser el profeta más grande del antiguo testamento, eso quiere decir qué si queremos que Dios use nuestras vidas, debemos entregarle esas áreas que faltan ser pulidas.


Nada podemos lograr en nuestras propias fuerzas, pero cuando Dios actúa por medio de nosotros podemos liberar a un pueblo de la esclavitud del pecado, de la depresión, de la enfermedad, de la muerte, de la amargura, Etc.


A veces sucede justamente lo que le pasó a Moisés, por ejemplo:


Porque cantamos muy bien o tocamos de una manera espectacular algún instrumento creemos que podemos estar en un ministerio de alabanza y nos desesperamos para que nos pongan a servir, y justamente pasa eso en algunas congregaciones, porque hay un cantante famoso que recibió al Señor en su corazón, ya mismo lo están subiendo al púlpito a alabar; pero Dios no está buscando cantantes, Él está buscando adoradores en espíritu y en verdad (Juan 4:23-24).


O porque alguien famoso acepto a Jesucristo en su corazón y sabe hablar en público, ya lo quieren poner a predicar, se necesita tiempo para que Dios trate con sus vidas y para saber que hay en el corazón de las personas.


Esta es la historia de un hombre que tenía muchas credenciales y quería servir a Dios.


Filipenses 3: 4-6 “Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne. Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más: circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible.”


Pablo era un hombre que estaba lleno de títulos y logros de nacimiento y personales, él podía jactarse perfectamente que era el hombre ideal para servir a Dios, de hecho, intentó servir a Dios en sus fuerzas, pero eso lo llevó a cometer muchos errores.


Fue cómplice del asesinato de Esteban (Hechos 8: 1-3), llevaba a los creyentes a la cárcel, creía que estaba sirviendo a Dios, realmente amaba a Dios, pero eso pasa cuando amas a Dios “por más torpe que seas no te vas a extraviar” (Isaías 35:8).


Jesucristo tuvo que confrontarlo y parafraseando: “no me estás sirviendo, me estas persiguiendo”, en ese momento Saulo sufrió una ceguera física, para deje de mirar afuera, empiece a mirar adentro y encontrar el camino correcto, cambió tanto que dejó de llamarse Saulo y empezó a llamarse Pablo. Comprendió que necesitaba tanto de Dios que en su momento dijo:


Filipenses 3:7 “Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo.”


Cuando intentamos servir en nuestras propias fuerzas, equivocamos el camino y con seguridad la mayoría de las veces hacemos mal las cosas. Es por eso que necesitamos empezar a servir a Dios no en nuestras fuerzas, sino en las fuerzas de Dios.


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