sábado, 4 de septiembre de 2021

La traición de Ahitofel

Apocalipsis 3:16 “Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.”

 

La vida cristiana es una vida de absolutos, somos espirituales, controlados por el Espíritu; o somos carnales, controlados por la carne. En la vida cristiana no existen los puntos medios, Dios aborrece a los cristianos tibios, porque no están con un pie dentro de la iglesia y otro en el mundo.

 

Cuando hablamos de una persona tibia, es de aquella persona que conoce a Dios, pero no tiene un compromiso con Él, esta persona va a la iglesia, canta alabanzas, puede llegar a ofrendar y a diezmar, pero es un cristiano de domingo, en su vida diaria no busca a Dios, no lee la Palabra, no adora, no ora, no tiene una relación con Dios, si alguna vez lee la Palabra, la cuestiona, duda, no cree en Dios. Pero una persona tibia inclusive puede llegar a servir en un ministerio, pero es una persona que hace lo mínimo indispensable para poder servir, lo único que quiere es en realidad calmar la conciencia.

 

Mateo 7: 21-23 “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.”

 

Este pasaje está dedicado justamente a los ministros tibios, a los siervos tibios, a aquellos que pretenden reemplazar la relación por el servicio, pero nunca se preocuparon por buscar y conocer al Dios que sirven.

 

Una persona caliente (lleno del fuego del Espíritu Santo), es una persona que no peca, ¿Una persona llena del Espíritu comete errores?, por supuesto que peca, pero lo que no hace es practicar el pecado, entonces cuando pecamos necesitamos hacer dos cosas muy importantes, pedir perdón y corregirnos. El punto está que mientras más tardemos en hacer estas dos cosas, va a ser más difícil corregirnos, porque el espíritu que hay en nosotros se contrista.

 

Se van a dar cuenta que cuando cometemos un pecado “grave” (no existe pecado grave, para Dios pecado es pecado) por primera vez, el corazón se acelera, nos ponemos nerviosos, miramos a todas partes y cuando estamos delante de alguien que tiene autoridad sobre nosotros, nos sentimos incómodos, no podemos mirarle a los ojos, porque nos sentimos sucios, creemos que ya los saben, nos sentamos atrás, pero mientras más practicamos ese pecado, esos sentimientos de incomodidad van desapareciendo poco a poco y con el tiempo se vuelve más fácil pecar y más difícil pedir perdón y corregirse.

 

Efesios 4:17-17 “Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente, teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón; los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza.”

 

Existen seis pasos para llevar una vida ajena a la voluntad de Dios.

 

El primero, es andar como los gentiles significa andar en incredulidad, cuando hablo de incredulidad no significa que no creen en Dios o que se declaran ateos, porque cuando preguntas a la gente, ellos dicen que creen en Dios, pero el problema es que ellos no le creen a Dios, dudan de la Biblia, creen más en las noticias virales de las redes sociales que en la misma Biblia; viven una vida como si Dios no existiera, no lo toman en cuenta para nada.

 

El segundo, es andar en la vanidad de la mente, buscando teorías humanas, racionales, con el propósito de satisfacer sus propios deseos, buscando creencias que se acomodan a lo que a ellos les gustan, cuestionando lo que dice la Palabra, en 2 Corintios 10:5 dice que nuestros pensamientos tenemos que llevarlos cautivos a la obediencia a Cristo.

 

El tercero, es un “apagón del alma”, nuestro entendimiento queda a oscuras, haciendo que tomemos malas decisiones, cometemos muchos errores, lastimando a los seres que amamos, pecando y por supuesto dando rienda suelta a la vida carnal.

 

El cuarto, es vivir una vida ajena a la de Dios, ya no oramos, ya no adoramos, ya no nos congregamos, ya no leemos la palabra, desconocemos los planes de Dios para nosotros, y hasta llegamos a decir “alguna vez fui cristiano”, como si ser cristiano fuera una moda o algo pasajero, inclusive dicen “alguna vez serví en la iglesia”, en este punto estamos Dios parece tan distante y el espíritu contristado.

 

El quinto, es un corazón duro, dejamos que las ofensas crezcan, no perdonamos, ni pedimos perdón, dejamos que el dolor y el resentimiento crezcan, en este punto ya somos insensibles a las cosas espirituales, somos incapaces de escuchar la voz de Dios, dejando un vacío muy grande que necesita ser llenado.

 

El sexto, es cometer toda clase de impurezas con el fin de llenar ese vacío que existe en el alma, lo triste es que nada lo puede llenar, y nos sentimos cada vez más vacíos. Existe una búsqueda de la felicidad que es insaciable, porque la carne pide cada vez más y más, la carne no se cansa de seguir pidiendo.

 

Hebreos 12:6-7 “Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?”

 

Dios disciplina a Sus hijos cuando estos se salen del camino, Dios disciplina con el único propósito de que regresemos por al buen camino. La disciplina correctiva que administra Dios es en tres etapas.

  • Disciplina como advertencia, con frecuencia la percibimos primero como una pérdida de gozo y de felicidad interior. Después las cosas a nuestro alrededor parecen andar mal. Necesitamos mucho discernimiento para distinguir entre una disciplina como advertencia y una prueba. Sólo examinándonos a nosotros mismos (1 Cor. 11:31) podemos determinar si hay pecados sin confesar en nuestra vida. Si los hay, la confesión producirá el resultado para el cual fue enviada la disciplina.

La disciplina como advertencia puede ser dura. El autor de Hebreos nos dice que no desmayemos cuando somos reprendidos por Dios (Hebreos 12:5 “…Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, Ni desmayes cuando eres reprendido por él;”), Un padre verbalmente establece normas para sus hijos y cuando desobedecen los corrige verbalmente y repasa con ellos esas normas. Cuando pone al niño contra la pared y le dice los motivos por los cuales no debió haber hecho lo que hizo y lo que le sucederá si vuelve a hacerlo, el padre levanta su voz porque quiere evitarle al niño un dolor físico, el dolor que sus acciones pueden causar y el dolor que causará el enojo de su padre. Cuando tiene que hacerlo, nuestro Padre nos pone contra la pared y descarga sobre nosotros el poder amonestador de Su Palabra.

  • Disciplina intensiva, si no respondemos a la primera advertencia, Dios aumentará Su disciplina. Esta es la etapa de azotes que describe Hebreos 12:6 “Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo.”. Un azote es un latigazo doloroso. Esta etapa puede incluir pérdida de la salud, de bienes materiales o de seres queridos; y si no confesamos y nos corregimos puede seguir durante años. Una vez más es importante que sepamos que, aunque los azotes son muy dolorosos, siempre se dan en amor. La intención de Dios no es castigarnos, sino impulsarnos a volver a tener una relación con Él.
  • Disciplina de muerte, si nos negamos, Dios en algún momento nos llevará a casa mediante el pecado de muerte (1 Jn 5:16 “Si alguno viere a su hermano cometer pecado que no sea de muerte, pedirá, y Dios le dará vida; esto es para los que cometen pecado que no sea de muerte. Hay pecado de muerte, por el cual yo no digo que se pida.”). La disciplina máxima es quitarnos de esta tierra antes de terminar nuestra carrera.

 

Como hijos de Dios, estaremos sujetos a la disciplina toda la vida porque nuestro Padre nos ama tanto que quiere hacer de nosotros algo grande.

 

En 2 Samuel 15-17, tenemos la historia de un hombre que murió en pecado de muerte. Se llamaba Ahitofel. Era un amigo muy querido del rey David, un creyente maduro a punto de convertirse en un gran héroe de su tiempo. Su deslealtad fue muy sutil, durante mucho tiempo no se notó, pero lo fue carcomiendo por dentro. A Diferencia de David, no cayó en la sensualidad y la lascivia. Las tentaciones a las cuales cedió Ahitofel fueron la arrogancia, el sentido de perfección, el juzgar a otros, el legalismo gobernó la vida de Ahitofel.

 

¿Quién era este Ahitofel? Era de Gilo, un pueblo en los montes de Judá, Ahitofel era consejero del rey David; este hombre conocía la Palabra de Dios y tenía el entendimiento y la sabiduría que sólo pueden venir de la aplicación de la Palabra. 2 Samuel 16:23 “Y el consejo que daba Ahitofel en aquellos días, era como si se consultase la palabra de Dios. Así era todo consejo de Ahitofel, tanto con David como con Absalón.”; El consejo de Ahitofel era como si se consultase a Dios mismo, este hombre era una enciclopedia de la Palabra, y su consejo era seguido por David y por su hijo Absalón.

 

2 Samuel 15:12 “Y mientras Absalón ofrecía los sacrificios, llamó a Ahitofel gilonita, consejero de David, de su ciudad de Gilo. Y la conspiración se hizo poderosa, y aumentaba el pueblo que seguía a Absalón.”

 

Ahitofel era un hombre tan sabio que el mismo hecho de unirse a la rebelión de Absalón hizo que esta se vuelva poderosa. Absalón era un hombre apuesto con muchos puntos fuertes y un tremendo carisma. Había logrado ganarse a los hombres de Israel al agrandar y amplificar el pecado de su propio padre (2 Samuel 15:1-6)

 

Aparentemente Ahitofel no tenía motivos para unirse a la rebelión de Absalón en contra de David, entonces ¿cómo pudo haberse desviado al punto de decidir sumarse a la conspiración contra el creyente más grande de su época, a quien Dios mismo llamo “varón conforme a mi corazón” (Hechos 13:22)?

 

2 Samuel 23:34 “Elifelet hijo de Ahasbai, hijo de Maaca, Eliam hijo de Ahitofel, gilonita,”.

2 Samuel 11:3 “Envió David a preguntar por aquella mujer, y le dijeron: Aquella es Betsabé hija de Eliam, mujer de Urías heteo.”

 

Al comparar estos dos pasajes podemos ver cómo puede haber nacido el malestar de Ahitofel. Ahitofel tenía un hijo llamado Eliam; Eliam tenía una hija llamada Betsabé. Ahitofel era el abuelo de Betsabé. Comenzamos a entender que ha pasado en el corazón de Ahitofel. El rey sedujo a la nieta de Ahitofel; esta quedó embarazada; hizo matar al esposo de ella. El yerno de Eliam era Urías heteo, tanto el suegro (Eliam) como el yerno (Urías) estaban contados entre los valientes de David ¿Cómo pudo hacer esto David a un hombre que arriesgó su vida tantas veces por él?, prácticamente David destruyó la familia de la nieta de Ahitofel.

 

Lo que me sorprende de Ahitofel es que, a pesar de la deslealtad, de la falta de perdón, a pesar de todo el pecado que estaba cargando, esto no era un impedimento para que Dios lo use a favor de David, puesto que su consejo era como si se consultase a Dios mismo.

 

Eso quiere decir que podemos ver hombres que están sirviendo en pecado, Dios les da un tiempo de gracia para que se arrepientan y vuelvan de sus malos caminos, pero si no lo hacen terminan en un camino de muerte.

 

Ahitofel se sintió ofendido por el pecado de David; lo tomó como algo personal e injusto y lo juzgó, durante muchos años permaneció callado y no dijo nada permitiendo que el resentimiento y la ira fueran creciendo y carcomiendo su alma, cuando vio que Absalón se rebelaba contra su padre, pudo haber pensado cualquiera de estas dos cosas:

 

a.       Dios está usando a Absalón para juzgar a David por sus pecados, si este fuera el caso, Ahitofel tenía una venda sobre los ojos que no le permitió ver la realidad.

b.       Intentó usar la rebelión de Absalón como un medio para una venganza personal, por lo que le hizo a la familia de su nieta Betsabé.

 

David era pecador. Resulta obvio que tenía inclinaciones de lascivias en su naturaleza pecadora. Ahitofel también era pecador; este hombre tenía inclinaciones legalistas en su naturaleza pecadora. La diferencia entre ambos es que David comprendía lo que era la gracia, había aceptado la corrección y había sido restaurado por medio de su confesión. Sabía cómo recibir gracia de Dios y sabía cómo extender gracia a otros.

 

Pasaron por lo menos diez años entre el gran pecado de David y el levantamiento de Absalón. Durante todo ese tiempo Ahitofel secretamente ha de haber alimentado su resentimiento.

 

Cuando David se entera que Absalón se ha ganado el corazón de la gente, se va voluntariamente de Jerusalén. No quiere ver sitiada la ciudad, ni la muerte de inocentes. Aunque su corazón está destrozado por la traición de su hijo, sabe que Dios lo ha hecho rey y que cuando Dios da y luego decide quitar es sólo para dar una bendición mayor. David se retira de la ciudad sin nada, dispuesto a entregarse enteramente a la gracia de Dios.

 

2 Samuel 15:30-37 “Y David subió la cuesta de los Olivos; y la subió llorando, llevando la cabeza cubierta y los pies descalzos. También todo el pueblo que tenía consigo cubrió cada uno su cabeza, e iban llorando mientras subían. Y dieron aviso a David, diciendo: Ahitofel está entre los que conspiraron con Absalón. Entonces dijo David: Entorpece ahora, oh Jehová, el consejo de Ahitofel. Cuando David llegó a la cumbre del monte para adorar allí a Dios, he aquí Husai arquita que le salió al encuentro, rasgados sus vestidos, y tierra sobre su cabeza. Y le dijo David: Si pasares conmigo, me serás carga. Mas si volvieres a la ciudad, y dijeres a Absalón: Rey, yo seré tu siervo; como hasta aquí he sido siervo de tu padre, así seré ahora siervo tuyo; entonces tú harás nulo el consejo de Ahitofel. ¿No estarán allí contigo los sacerdotes Sadoc y Abiatar? Por tanto, todo lo que oyeres en la casa del rey, se lo comunicarás a los sacerdotes Sadoc y Abiatar. Y he aquí que están con ellos sus dos hijos, Ahimaas el de Sadoc y Jonatán el de Abiatar; por medio de ellos me enviaréis aviso de todo lo que oyereis. Así vino Husai amigo de David a la ciudad; y Absalón entró en Jerusalén.”

 

Al comenzar a subir el Monte de los Olivos, le dicen a David que su amigo Ahitofel está entre los conspiradores. Cosa curiosa es que mil años más tarde, casi en el mismo lugar, el Señor Jesucristo sería traicionado por su amigo Judas en el jardín de Getsemaní. David en lugar de molestarse, lo que hace es orar buscando refugio en Dios, sabiendo que de Él viene su socorro.

 

Pero también vemos que David se toma el tiempo para adorar a Dios, no importa que esté siendo perseguido, no importa haber perdido el reino, no importan las traiciones, no importa que su vida esté en peligro, lo que importa es rendir el corazón a Dios.

 

Dios al ver el corazón de David le envía a un hombre como Husai. Husai fue clave para que David pueda retomar el poder.

 

En 2 Samuel 17. Ahitofel aconseja a Absalón que le dé 12.000 hombres para poder matar a David esa noche “Y caeré sobre él mientras está cansado y débil de manos; lo atemorizaré, y todo el pueblo que está con él huirá, y mataré al rey solo” (2 Samuel 17: 2).

 

A Absalón le gusta la idea de Ahitofel, pero quiere saber qué opina Husai. Husai le recuerda a Absalón lo feroces que son David y sus grandes hombres y las habilidades que tienen para la guerra. Le dice a Absalón que espere y no ataque hasta haber juntado más tropas.

 

Ahitofel había dado el consejo mejor. No ha perdido su capacidad de aconsejar a pesar de estar actuando mal. Si Absalón hubiera seguido su consejo, David hubiera sido asesinado y el reino hubiese sido de Absalón. Pero Dios contestó la oración de David, David el adúltero, David el asesino, ¿Por qué? Porque David aceptó la disciplina de Dios. Absalón siguió el consejo de Husai, “Porque Jehová había ordenado que el acertado consejo de Ahitofel se frustrara” (2 Samuel 7:14). Ahitofel se había convertido en un enemigo de Dios. Ahora luchaba, no contra David, sino contra Dios.

 

2 Samuel 17:23 “Pero Ahitofel, viendo que no se había seguido su consejo, enalbardó su asno, y se levantó y se fue a su casa a su ciudad; y después de poner su casa en orden, se ahorcó, y así murió, y fue sepultado en el sepulcro de su padre.”

 

En el instante que su consejo fue rechazado, Ahitofel supo que David triunfaría. Supo que tendría que enfrentar al rey, y no pudo aguantar la idea. No pudo manejar las consecuencias de sus propias elecciones arrogantes. Murió, como Judas mil años después, por su propia mano.

 

Pero me gustaría observemos que la deslealtad/traición de Ahitofel fue como consecuencia de una ofensa no perdonada que dejó crecer en su corazón, al final eso se convirtió en una raíz de amargura que ocasionó un triste final para la vida de un gran siervo usado por Dios como lo fue Ahitofel.

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